Milei perdió el plebiscito: ganaron el Peronismo y Kicillof, y varios más...

Tras las elecciones bonaerenses ya es posible sacar cinco conclusiones:
1) Perdió Javier Milei.
2) Perdió El Jefe Karina, presidenta y armadora de La Libertad Avanza.
3) No sólo Karina y Milei perdieron una elección: el gobierno fue arrasado en su primer gran plebiscito.
4) Ganó el Peronismo.
5) Ganó Axel Kicillof.
Las cinco conclusiones revelan la superficialidad de algunos pronósticos hechos desde dos lugares impropios. Uno, desde el prejuicio. Otro, desde Marte. En ambos casos sin pisar la tierra ni considerar la vivencia de la gente. Milei no es Hitler, pero el suyo es el primer gobierno desde el nazismo que convirtió a los discapacitados en un blanco humano y presupuestario. No es poca cosa.
Era falso que no sería convocante una elección provincial en una provincia donde viven cuatro de cada diez votantes argentinos. Sólo podía afirmarse eso con certeza si no se tenía en cuenta la existencia de una realidad en la que se combinaron muchos factores: el precipicio económico de la vida cotidiana, el ataque brutal contra el salario directo e indirecto, la crueldad como sistema, la pérdida de confianza en el Presidente y, como remate, el KarinaGate. Cada uno de esos factores potenció al otro.
Nadie tiene comprado el futuro. Pero nadie es, literalmente, nadie. Ni siquiera una extrema derecha autoconvencida de su rol mesiánico y definitivo en la historia.
La consultora QSocial realizó un estudio nacional que cerró el 20 de agosto. Es decir, antes de que “Alta coimera” fuera un hitazo. Ya en ese momento Milei era desaprobado no sólo entre peronistas sino incluso en la categoría de arrepentidos libertarios, los que votaron por Milei en 2023. La mayoría de los consultados no lo veía ya entre el 1° y el 20 de agosto como piloto de tormentas. Sólo el 35 por ciento lo consideraba honesto.
Menos de la mitad conservaba un vínculo afectivo con él. Ya se derrumbaban la identificación y la confianza. La hipótesis es que si el estudio se hubiera hecho el viernes 5 de septiembre, 15 días después del 20 de agosto, sin duda las derrotas parlamentarias y el KarinaGate habrían profundizado ese derrumbe.
La historia de los últimos 20 años realza aún más la victoria peronista. Aunque se trata de la primera elección bonaerense desdoblada, o sea que se trató de toda una novedad, la última elección intermedia que ganó el peronismo en la Provincia fue en 2005. En ese entonces Cristina Fernández Kirchner le ganó la senaduría nacional a Chiche Duhalde. Fue el símbolo de la ruptura final entre Néstor Kirchner y Eduardo Duhalde.
Después de 2005, el peronismo perdió en 2009, y nada menos que con Néstor Kirchner de candidato, por 32.1 ante el 34.5 por ciento de Francisco de Narváez. En 2013 Martín Insaurralde perdió con el 31.5 contra el 43.4 por ciento de Sergio Massa. En 2017 CFK fue derrotada con 37.2 por ciento frente al 41.4 de Esteban Bullrich. Y en 2021 la derrota fue de Victoria Tolosa Paz, con 38.5 por ciento contra el 39.8 del entonces amarillo y hoy violeta Diego Santilli.
Los análisis hechos desde Marte por los gurúes más livianitos, tanto políticos como financieros, leyeron mal algunos fenómenos que sólo se veían con una mayor modestia analítica y una mayor cercanía con la realidad.
Leyeron mal la campaña. Efectivamente, salvo en la última semana los tres sectores del peronismo no coordinaron actos y consignas. El Movimiento Derecho al Futuro, La Cámpora y el Frente Renovador trabajaron, de hecho, en paralelo. Partieron de un cierre de listas complejísimo y, en general, cada sector hizo la suya. Pero esa falta de coordinación tuvo un efecto práctico positivo: salvo alguna pequeña escaramuza o una declaración fuera de ritmo, cada sector acumuló por su cuenta sin interferir en la acumulación ajena. Y las acumulaciones remataron en una abundancia impensada.
También menospreciaron la fuerza de las construcciones territoriales. Los intendentes de los tres sectores traccionaron en su propio favor, porque no es chiste perder un concejo deliberante y perder significa quedar a tiro de derribo institucional, pero esa tracción no fue contradictoria con la campaña de Kicillof. Simultáneamte, al peronismo le fue bien, ganando o sacando muchos votos, en distritos donde no gobierna.
La campaña del gobernador fue otro fenómeno mal leído en general. Kicillof logró con éxito combinar la agenda provincial y la nacional. Más todavía: encastró las dos en una sola. Y lo hizo de una doble manera.
Por un lado, sus redes mostraron abrumadoramente en TikTok, Instagram y Facebook a un político de enorme empatía con chicos y viejos. Sin preparación escenográfica, el gobernador fue filmado miles de veces vivado por pibes y pibas de escuela primaria y abrazado por jubiladas y jubilados. Eso se llama carisma.
Por otro lado, en unos 70 discursos pronunciados en el último tramo fue notorio un proceso muy típico de la política: la práctica cotidiana hace que un dirigente se vaya construyendo a sí mismo hasta sacar para afuera y mostrar características que quizás ni él conocía. Al mismo tiempo, Kicillof fue dejando su discurso de docente universitario, que desagregaba temas. Lo cambió por argumentos surcados de frases fuertes y síntesis ilustrativas. “Milei cree que la Argentina es como un auto al que le ponés la latita encima y lo vendés”, dijo en una de sus últimas apariciones.
Resiliencia es una palabra de moda. El gobierno bonaerense se fortaleció en su capacidad de adaptación frente a un Gobierno nacional que, además de agredirlo en el discurso, le recortó fondos en educación, transporte, seguridad, alimentación y salario docente. Pero avanzó un paso más, que tampoco fue muy advertido en la mayoría de los análisis pero sí permeó en los bonaerenses. Ese paso fue la narración sobre el propio ejercicio de gobierno, basado en la prioridad de la infraestructura, la salud, la educación y las políticas sociales.
Una reflexión habitual, desde fuera del peronismo y también desde adentro, señala que no hay una propuesta alternativa. Es verdad que la provincia de Buenos Aires no maneja la macro, pero también es verdad que muestra, incluso dentro de una macro perversa, en qué aspectos de la micro y de la vida cotidiana hay que poner el acento en la administración diaria del Estado. En un contrapunto creativo con otras provincias, puede ser un punto de partida hacia una propuesta nacionalmante abarcativa.
¿Y la interna? Es obvio que Kicillof quedó instalado, todavía más que antes, y de una manera no excluyente, como uno de los referentes provinciales y nacionales del peronismo.
Por lo que pudo establecer Buenos Aires/12 después de consultar a funcionarios y dirigentes, su plan no es convertir esa instalación en una guerra dentro del justicialismo.
Siguiendo con su estilo de los últimos dos años, Kicillof continuará sumando alianzas como cuando, en 2023, después de tejer con intendentes, dirigentes sociales y sindicales quedó consagrado como candidato a la reelección en la provincia de Buenos Aires. Y ganó. Inclusive convivió en la gestión con los demás sectores. El ejemplo más visible es la relación de confianza entre el gobernador y el ministro de Salud, Nicolás Kreplak, un miembro de La Cámpora de sintonía diaria con kicillof.
Kicillof ahora jugará fuerte en las elecciones legislativas del 26 de octubre, porque ningún jefe peronista podría quedarse afuera de esa pelea, y más todavía después de un triunfo tan aplastante en su propio territorio.
Queda mucho por analizar, y mucho por observar. Por lo pronto, se cayó el argumento del “riesgo kuka”. Las elecciones fueron una avalancha. Un triunfo de los dañados por Milei. Entre tanta visión mediocre, un analista asomó la cabeza con lucidez. Arnaldo Bocco, dos veces exmiembro del directorio del Banco Central y ahora consultor económico privado, difundió antes de estas elecciones un paper sobre el panorama financiero previo al 7 de septiembre. Luego del análisis técnico hizo varias consideraciones finales:
*La incertidumbre de mercado se basa en la fragilidad del sector externo “dada por un modelo económico que basa sus esfuerzos en bajar la inflación mediante la apreciación cambiaria”. Por eso, “no alcanza con un buen resultado del gobierno en septiembre y octubre para calmar al mercado”.
*La suba de tasas “incrementa las tensiones”.
*”Un buen resultado para el gobierno el domingo 7/9 podría calmar temporalmente la demanda de divisas, pero conforme se acerque la elección legislativa la dolarización se acelerará”.
*”El mercado da por descontado que después de octubre el gobierno modificará el esquema cambiario porque la dinámica del sector externo es insostenible”.
*”Más allá del mercado, la pregunta que emerge para después de las elecciones es: ¿cómo la sociedad tomará una nueva devaluación, con su consiguiente impacto inflacionario, tras dos años de sacrificios?”.
La novedad de estas elecciones, aunque el futuro está abierto y nada es inexorable, ni para bien ni para mal, es que el peronismo parece haber pasado de la resiliencia a la ofensiva. Y, si profundiza el aggionamiento y la ampitud, puede volver a ser competitivo.