Un día difícil de olvidar, mi querida Chepoyá...

08/08/2024
Un día difícil de olvidar, mi querida Chepoyá...

Presumía que sería un día especial. Pero en verdad, la ansiedad, la nostalgia y las emociones superaron todo pronóstico previo. Este miércoles 7 de agosto de 2024 (Día de San Cayetano, Patrono del Trabajo, extraña coincidencia) fue un día de emociones fuertes, que me desbordaron por todos lados. Y no es para menos...

Las semanas previas las vivimos con mucha expectativa y en contacto casi diario con el director de la Escuela 375 de Chepoyá, Luis Polzhuber, porque -además- fue compañero mío de toda la Secundaria en el Bachillerato de Santa Rita, e incluso compañero de banco muchas veces. Y eso que Luisito era más bien parco y callado, todo lo opuesto a mi forma de ser, mucho más afín con los extrovertidos Minzo Matje, Claudio Ludke o Javier Wagner.

Y ni hablar cuando quedaron rezagados los “vagos” y “quilomberos” Rogelio Knoll, Cacho Díaz, Damasio Espinoza, Nene Krauilich, Sergio Friedrich o los Mellizos Kramer. La verdad. ¡Muchos "repetidores" para un solo año!,

Ya no es la Chepoyá (dame tu mano en idioma guaraní) floreciente de antaño, la de hace 40 años, cuando lucíamos orgullosos con el galardón de ser abanderados. Allí todo era pureza, sueño e ilusión: recién volvía la Democracia y todo era esperanza, esperanza de un futuro próspero y mejor. Allá casi 100 alumnos decoraban, día a día, las dos aulas de madera y a veces hasta la Dirección. Hoy los objetivos se renuevan, pero ya nada volverá a ser igual: definitivamente la etapa escolar, por su inocencia y romanticismo, es la mejor.

TITO ZAPPANI, EL ALMA MÁTER

Sino que lo diga Don Tito Zappani, que se extendió, en el inicio del acto, durante casi 15 minutos en su reseña fundacional. Se relación con la Escuela se extendió durante 36 años, hasta la jubilación de su esposa, la Sra Mirtha Gighlioni, quien fue directora durante 25 años y se jubiló en 2010.

Recordó el fundador cómo se gestionó la concreción de la Escuela, en aquel entonces N° 246, en tiempo récord, gracias a la gestión del recordado maestro Vicente Molina, al intendente Antenor Boher, y a un puñado de vecinos de familias fundacionales como Wegner, Muller, Schuerer, Fredrich, Schulz, Ziemann, Bruenner, los Heck, Beck, los Ceconi (también los Da Costa). Vaya, casi todos Gringos, casi todos descendientes de alemanes, venidos desde el Brasil, soñando con un futuro próspero y mejor.

Eran tiempo bravos, para tipos corajudos, guapos como manifestara Don Tito en su alocución. La donación del terreno por parte del Tano típico Don "Yosé" fue la piedra basal para construir la primera escuelita de madera con aulas. Después llegó el nuevo -y actual- edificio, con el Proyecto EMER en 1982.

Así quedó todo encaminado para que luego trabajaran allí decenas de maestros y para que también se lucieran los siguientes directores, los simpáticos y bonachones riojanos Orlando y Teté Peña, hasta la llegada de Luis Polzhuber, eficiente como los otros, pero con una humildad y una calidad humana ya difíciles de encontrar hoy en día.

COMO EN CASA, EN FAMILIA

Ya metidos en la celebración de los 50 años (cómo pasa el tiempo y qué rápido nos volvemos viejos), la emoción con la que vivieron todos, chicos y grandes, fue única, sin igual. Desde los niños que tomaban el chocolate o una gaseosa hasta los asadores que, desde temprano, con las llamas del fuego hacían ilusionar con la “panzada” que nos iríamos a dar.

Fue un día de esos en los que, definitivamente uno se siente local... Quizás porque se crió allí, porque aprendió a dar los primeros pasos, porque fue feliz, porque estaba en su hábitat natural. Porque se reencontró con tantos viejos amigos (y otros no tanto) y sí casi todos conocidos...

Aunque no, ya sé por qué: éramos mayoría con mi familia, con mi madre Celi, estoica y radiante a sus flamantes 80 años, con mis hermanos Claudia y Marcelo allí presentes, y distinguidos por haber sido alumnos y docentes... Ah, y por mi cuñado Rafael Wellbach, quien en 1990, y  cuando la escuela ya cumplía 16, regresó a los orígenes, ya que dio clases allí, y se fue a vivir a lo de Don Ceconi y Doña Cita.

Y fue justamente el ahora ya jubilado docente y siempre activo en el ámbito político y social, quien gestionó la llegada del invitado especial, el músico obereño Karoso Zuetta, protagonista muy querido por estos Pagos, no sólo por haber compuesto el Himno "Soy Albaposeño" hace más de 20 años (lo cantó su esposa Nerina Bader), sino porque se interiorizó hace mucho por la historia y los orígenes del Granadero del General San Martín, el misionero Miguel Chepoyá, al punto de dedicarle una canción, que interpretó de manera genial, para deleite de propios y extraños.

 

INESPERADO REENCUENTRO…

Otra anécdota que me llenó de emoción fue reencontrarme, de manera absolutamente sorpresiva, con el actual ministro de Educación, Ramiro Aranda... Lo conocí gracias al fútbol y a la pasión por el Rojo en 2002, cuando logramos el último título local con el Tolo Gallego, viendo todos los partidos por codificado en el tradicional Bar Español de Posadas...

Cuando lo anunciaron en el cargo en diciembre pasado, intuí que tenía cara de conocido, pero nunca imaginé que se trataría de aquél Pibe irreverente que tenía tan solo 18 años y hoy se ha convertido en un prominente y exitoso funcionario.

Y en esta semblanza de la querida escuela de Chepoyá, además de recordar a personajes inconfundibles como Mundi, Toquiño, Nanico, o los hermanos Heck, Schuerer y Friedrich (sólo faltó el popular Santana)), el que se ganó una página especial es el portero Jorge José Ceconi, el popular Oco, quien ocupa el cargo desde hace 34 años y conoce cada rincón del terreno y de las aulas. Es un personaje muy querido, simplemente porque pisó ese suelo ya antes de haber nacido...

Las plaquetas, cuadros y diplomas recibidos por innumerables protagonistas de estos 50 años son reliquias, caricias al alma, sin dudas. Pero lo más valioso fue el hecho de poder curar nostalgias, de reflotar recuerdos... En fin, el orgullo de haber vivido...