Cristóbal López Romero, cardenal español: “No me gusta que salga mi nombre en las listas de papables”

En una entrevista con LA NACION, el arzobispo de Rabat habla sobre el legado de Francisco, las diferencias entre los cardenales antes del cónclave y el perfil que debería tener el próximo pontífice
- 1 de mayo de 2025
- 09:44
CORRESPONSAL EN ITALIA, Elisabetta Piqué
(*) Diario La Nación
El arzobispo de Rabat, Cristóbal López Romero, tras ser nombrado cardenal por el papa Francisco el 5 de octubre de 2019.
ROMA.- Si hay algo que el cardenal Cristóbal López Romero tiene en común con el papa Francisco, es su enorme sentido del humor. Nacido hace 72 años cerca de Almería, España, también posee la nacionalidad paraguaya, país en el que vivió de los 32 a los 50 años. Licenciado en Ciencias de la Información y Periodismo en Barcelona, fue nombrado arzobispo de Rabat por el papa Francisco en 2017.
Dos años más tarde, en octubre de 2019, el pontífice lo creó cardenal, poco después de su viaje a Marruecos, un país de mayoría musulmana, con motivo del octavo centenario del histórico encuentro entre San Francisco de Asís y el sultán al-Malik al-Kamil.
Su nombre aparece en las listas de papables, pero él se ríe: “No hay que perder tiempo en hacer especulaciones, hay que rezar. Y cuando me preguntan suelo contestar con la excelente frase que le oí decir al cardenal argentino, Ángel Rossi: ‘¿Yo, papa? Sí, papa frita’”, asegura, en medio de las carcajadas, durante una entrevista con LA NACION, cappuccino de por medio, en un bar cercano a la puerta de Santa Ana, en el Vaticano.
Cristóbal López Romero, arzobispo de Rabat.
-Dicen que en las reuniones pre-cónclave hay fuertes divisiones entre conservadores y progresistas. ¿Las hay?
-Intentar clasificar y etiquetar a las personas, además de ser muy difícil, es muy peligroso. A la gente se la quiere meter en las cajas políticas de conservadores y progresistas, de izquierdas y de derechas, pero no siempre es posible. El Papa Francisco en determinados aspectos era más que de izquierdas, era de ultraizquierda, iba más allá del socialismo y del comunismo. Pero en otras cuestiones estaba en posturas que son calificadas de conservadoras, como por ejemplo respecto al aborto, aunque yo digo que no hay nada más progresista que defender la vida en todos sus aspectos y en todas las circunstancias. Defender el aborto es retroceder a los siglos II y I, donde incluso existía el infanticidio, el matar a niños una vez nacidos porque tenía un defecto o por lo que fuera.
-¿Y usted cómo se califica?
-Yo me califico como incalificable. Me acuerdo de un salesiano al que una vez le pregunté cómo estaba y me respondió: “Inmejorable”. Yo le felicité por estar tan bien, y él me contestó: “No, no, si digo que estoy inmejorable porque no puedo mejorar”.
-Recuerdo haberle preguntado al entonces arzobispo porteño, Jorge Bergoglio, lo mismo y me contestó parecido…También él rechazaba etiquetar a la gente. ¿Cuándo conoció usted a Francisco?
-Lo saludé por primera vez en uno de esas audiencias en las que hay 200 personas. Luego en 2017 me nombró obispo de Rabat a petición de la congregación correspondiente, y cuando ya tuve ocasión de conocerlo me reconoció que me había nombrado obispo sin saber ni qué cara tenía. Cuando pude conocerle de manera más personal fue en 2019, cuando Francisco vino a Marruecos y yo fui el anfitrión que le recibió. Y ahí pude explicarle quién era yo y cómo era la iglesia en Marruecos. Y seguramente le caí en gracia porque lo hice reír.
-¿Y a usted qué le parecía Francisco?
-Yo tengo que reconocer que he sintonizado completamente con todo lo que Francisco ha propuesto, con su manera de hacer, de decir y de actuar. Pero yo no soy “francisquista”. Yo soy de Cristo, soy del Evangelio. Hay algunos que dicen. ‘Ah, yo soy de Benedicto XVI’, hay otros que aseguran: ‘Yo soy de Francisco’, y hay quienes afirman: ‘Yo soy de Juan Pablo II’. Si a mí me gusta Francisco es porque es Evangelio puro, en vena. La cosa más grande que ha hecho Francisco es ayudarnos a conectar con las raíces del Evangelio, con el tronco, con toda la tradición de la Iglesia. Y por eso es válido, no porque sea de Francisco.
El Papa Francisco junto al arzobispo de Rabat, Cristóbal López Romero, cuando lo creó cardenal en 2019.
-Sé que ha hecho juramento de guardar el secreto, pero ¿qué clima se respira en las reuniones preparatorias del cónclave?
-Un clima de curiosidad y de interés por conocernos, porque nos conocemos poco. El problema es que para conocerse hay que hablar y en una asamblea, que es el formato en el que se están desarrollando las congregaciones generales, en un anfiteatro en el que ves a la persona que habla en la pantalla, y donde habla uno y luego otro, es difícil.
-¿Cree que puede haber un retroceso con respecto a los avances que se han hecho en el pontificado de Francisco?
-Yo tengo fe en el Espíritu Santo y creo que la Iglesia no retrocede. O si retrocede lo hace sólo aparentemente, como el que hace un salto de altura o con pértiga y retrocede para tomar impulso y saltar más lejos o más alto.
-Hay quienes dicen que la polarización en la Iglesia ha aumentado durante el pontificado de Francisco. ¿Qué se debe hacer al respecto?
-La polarización es algo que tenemos que combatir. Tenemos que construir unidad, que no es lo mismo que uniformidad. Tenemos que aceptar que somos diferentes y saber que esas diferencias no son un obstáculo sino un enriquecimiento, que tenemos que escucharnos y aceptarnos los unos a los otros. El mundo está muy polarizado y el peligro es que la Iglesia se asemeje al mundo político.
El papa Francisco reza frente a la estatua de la Inmaculada Concepción en la Plaza de España el 8 de diciembre de 2013, en Roma, Italia.Franco Origlia - Getty Images Europe
-Pero que hay diferentes formas de pensar entre los cardenales es innegable…
-Por supuesto, somos diferentes. Hay cardenales que, por ejemplo, ven el sínodo como una cosa desastrosa y que no sirve para nada, y otros que somos entusiastas de la sinodalidad. Pero esas diferencias no tienen que impedirnos vivir la unidad, porque cada día celebramos la Eucaristía juntos, nos damos la paz y comulgamos del mismo cuerpo de Cristo.
-La sinodalidad, la idea de una Iglesia que implica a todos y en la que todos deben de ser escuchados, ¿es uno de los temas que más dividen al colegio cardenalicio?
-No divide, pero hay diferentes posiciones y habrá que trabajar para que todo el mundo comprenda lo que significa la sinodalidad. En el sínodo yo descubrí por ejemplo que había un obispo que se horrorizaba cuando hablábamos de buscar el consenso, porque él entendía por consenso la mitad más uno. Yo le expliqué que no, que consenso significa que todos hablamos y tratamos de ponernos de acuerdo. Y si finalmente no se consigue un acuerdo, pues entonces el papa o quien sea dirá qué o bien se pausan por un tiempo las discusiones mientras rezamos para tratar de conseguir un acuerdo, y si unos quieren ir al teatro y otros quieren al cine y llega el día, el papa puede decidir que vayamos al cine, y el que quería ir al teatro no boicotea y va al cine con alegría.
-¿Cuál es el máximo desafío que enfrenta la Iglesia hoy?
-A mí Marruecos me ha ayudado a entender la realidad del reino de Dios. Y después descubrí que eso era algo que el papa Francisco verbalizaba con una sola palabra, cuando decía que la Iglesia no puede ser autorreferencial. Para mí lo fundamental, el gran desafío, es que toda la Iglesia, cada cristiano, descubra que no trabajamos para la Iglesia, que el objetivo de la Iglesia no es ella misma, que no buscamos ser más, que no buscamos implantarnos en todas partes y ganar terreno, ganar espacio. La Iglesia es la servidora del reino de Dios, porque Jesús no vino a fundar una Iglesia, sino a anunciar el reino de Dios y a instaurarlo. Y fundó la Iglesia como instrumento para continuar esa misión. La Iglesia es sacramento e instrumento de unidad entre Dios y la humanidad y entre los seres humanos entre sí. A mí esa idea me cambió totalmente.
-¿En qué sentido?
-Yo venía de Paraguay, y allí todo es Iglesia, porque Paraguay es el país más católico de América, donde la religiosidad popular está a flor de piel. La Iglesia en Paraguay está en todos lados. Pero luego el país está lleno de corrupción, de injusticias sociales, de injusticias económicas, de asesinatos, de abortos…
La Iglesia en Paraguay es enorme, pero el reino de Dios es muy pequeño. En Marruecos, sin embargo, es al revés: allí la Iglesia es muy chiquitita, no llegamos ni al 0,01%, pero el reino de Dios es un poco más grande. No es que sea el paraíso terrenal, pero en Marruecos no se da esa corrupción generalizada que veo en mi querido Paraguay. Ese es el gran desafío: que todo cristiano descubra que su fe le lleva a poner su vida, sus cualidades, su energía, su dinero, su sexualidad y todo lo que tiene y vive al servicio del reino de Dios. Descubrir eso es revolucionario y haría que la Iglesia no estuviera en competencia con nadie.
Los cardenales asisten a una misa en el quinto de los nueve días de luto por el fallecido papa Francisco, en la Basílica de San Pedro del Vaticano, el miércoles 30 de abril de 2025.
-¿Se refiere a otras religiones?
-Sí. Musulmanes y cristianos no somos la Coca-Cola y la Pepsi-Cola que se disputan el mercado, sino que somos hermanos y hermanas que podemos y debemos trabajar juntos para hacer el mundo tal como Dios lo ha soñado, tal como Dios lo quiere. Y eso los musulmanes lo entienden, entienden que podemos trabajar juntos para que haya más paz en el mundo, para que haya más verdad, más amor.
-Francisco fue muy criticado por lavarle un Jueves Santo los pies a una musulmana y por firmar junto a su amigo el jeque Al-Azhar, gran imán de la universidad Al Azhar de El Cairo, el Documento sobre la Fraternidad Humana por la paz mundial y la convivencia común, que luego serviría de base a su encíclica Fratelli tutti (Hermanos todos).
-Yo tengo la esperanza de que el proceso de diálogo interreligioso puesto en marcha por Francisco se consolidará.
-Supongo que sabe que su nombre suena en algunas listas de papables…
-Más vale estar en las listas que en las tontas. Pero hablando en serio, no me gusta que salga mi nombre en esas listas, es algo que me sobrepasa totalmente.
-¿Cuál debería ser el perfil del próximo papa?
-Algunas cosas ya se las he dicho. Creo que necesitamos un papa que sea capaz de construir la unidad entre todos; es decir, un papa que sea inclusivo, que no sea excluyente de nada ni de nadie. Un papa que nos anime a caminar, porque la Iglesia es el pueblo de Dios que camina, que marcha, no que se instala y que queda fija, somos peregrinos y tenemos que marchar, pero marchar juntos. También tiene que ser un papa que nos conecte a Cristo desde la raíz, desde la fuente, y que nos haga beber del manantial. Y, finalmente, creo que necesitamos un papa que abrace a toda la humanidad.
-¿Y eso cómo se consigue?
-No quiero decir que toda la humanidad tenga que entrar en la Iglesia, porque antes parecía que ser misionero consistía en convencer a los otros de que se hiciesen católicos. De lo que se trata es más bien de ser un signo tan atrayente que los otros acepten que caminemos juntos. Y a veces no van a ser ellos los que van a venir a caminar con nosotros, somos nosotros los que podemos ir a caminar con ellos. Porque en todo lo que ha sido derechos humanos, derechos de la mujer, ecología y trabajo por la paz, otros nos han dado vuelta y media.
Si ahora en la Iglesia nosotros estamos con Laudato si (la encíclica de Francisco sobre la necesidad de que cuidemos nuestro planeta) es porque antes ha habido otros que desde fuera de la Iglesia nos han abierto los ojos; cuando nosotros hemos llegado ellos ya llevaban años y ellos nos han ayudado. Porque el Espíritu Santo no trabaja sólo en la Iglesia, hace horas extra fuera, trabaja en todas partes, en todas las culturas, en todas las sociedades, en todas las religiones.
Eso hay quien lo acepta y hay quien no lo acepta. Hay quien tiene la imagen del Espíritu Santo como una paloma enjaulada de la que es el propietario y que le abre la puerta para que salga cuando él decide. Y resulta que no: el Espíritu Santo es libre y vuela donde él quiere, sopla donde él quiere. Pero no mete la pata, no hace tonterías.
-Otra de las decisiones de Francisco más criticadas es la posibilidad de que las parejas homosexuales sean bendecidas. ¿Usted qué opina?
-¿Qué es una bendición? Bendecir no significa sólo aprobar algo, sino también implorar la ayuda sobre una persona para que mejore su salud, su comportamiento, su situación, etc.. Y si se puede bendecir un perro, un animal, un coche, una casa, un edificio, ¿por qué no se va a poder bendecir a una persona que, más allá del comportamiento u orientación que tenga, es un hijo de Dios? Además, en ese documento el papa Francisco reafirma toda la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio y la sexualidad, pero la gente con lo que se ha quedado es con que se puede bendecir una pareja de homosexuales. A mí me gustaría hacer una encuesta a ver cuántas parejas homosexuales se han presentado para pedir esa bendición.
-Pero la conferencia episcopal africana rechazó bendecir a las parejas homosexuales…
-Al final el Papa dijo que no era necesario que se aprobara ese documento. Pero nosotros, la Conferencia Episcopal del Norte de África, sí que lo aceptamos. Nosotros dijimos que nos parecía bien porque se reafirmaba en la doctrina tradicional de la Iglesia en materia de matrimonio y sexualidad y porque la bendición tenía el sentido de ayudar a las personas, no de aprobar su situación. Pero es verdad que en África hay países que penalizan y criminalizan a los homosexuales, en algunos hasta con pena de muerte. Y chocaba que en África la Iglesia saliera bendiciendo a aquellos que la ley considera que cometen un delito.
-Hay quien dice que, después de 47 años y de un Papa polaco, otro alemán y un argentino, ha llegado el momento de volver a tener un papa italiano. ¿Usted cómo lo ve?
-En la Iglesia no hay fronteras y no hay nacionalismos, sobre todo nacionalismos excluyentes y xenófobos. Cada uno debemos amar nuestra patria chica, claro está, pero todos somos ciudadanos del mundo, o mejor dicho, ciudadanos del cielo. Gracias a Dios, en la Iglesia no existen las fronteras, no existen las barreras geográficas. Por lo tanto, si ha sido un polaco, si ha sido un alemán, si ha sido un argentino, bien puede ser ahora papa un indonesio, un congoleño o un italiano. En la Iglesia no hay cuotas, no es como la FIFA, que, si celebra un Mundial en Qatar, el siguiente tiene que ser en América, el próximo en Europa y el posterior en un país africano.
Por Elisabetta Piqué