Día de la Inmaculada Concepción: peregrinos realizaron la tradicional caminata junto a la Virgen
El 8 de diciembre se celebra el día de la Virgen con misas y peregrinaciones alrededor del mundo. También este día empiezan las “festividades decembrinas” con el armado del arbolito y el pesebre. En San Pedro se realizó la tradicional caminata de 12 km junto a la Virgen, hasta una Iglesia ubicada en Terciados Paraíso.
Cuando diciembre abre su calendario, todavía antes de que el verano se deslice sobre el hemisferio sur y de que las luces navideñas se prendan en las calles, un día marca el principio emocional y espiritual de la temporada para buena parte del mundo iberoamericano: el 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción. Es la fecha que inaugura el clima festivo, que activa peregrinaciones, que convoca a familias y que, en su dimensión más profunda, lleva siglos funcionando como un eje que combina fe, política, identidad y hasta color.
Detrás de este día, rodeado de costumbres que van desde el armado del arbolito hasta el comienzo oficioso de las vacaciones, late una historia antigua, polémica y extraordinariamente influyente. Una historia que involucra a papas que prohibieron esta advocación, a teólogos que debatieron con uñas y dientes, a universidades que llegaron a impartir juramentos solemnes, y a monarcas borbones que, en defensa apasionada del dogma, impulsaron una estética que terminaría marcando para siempre el imaginario visual de un continente: el celeste y el blanco. Los mismos colores que luego se depositarían en la bandera argentina y que, con el tiempo, pasarían a simbolizar una nación entera.
No es exagerado afirmar que la devoción a la Inmaculada —mucho antes de que fuese dogma y cuando aún era un territorio teológico en disputa— ayudó a trazar una sensibilidad estética que luego se volvería política, territorial y patriótica.
¿A que se refiere la Inmaculada Concepción?
El 8 de diciembre quedó fijado hace siglos, pero su sentido se remonta a un momento aún más profundo de la tradición cristiana. La Inmaculada Concepción no se refiere —como suele confundirse— al nacimiento virginal de Jesús, sino al momento en que María fue concebida sin la mancha del pecado original, en el seno de su madre Ana, que así dicen la tradición que se llamaba la abuela de Jesús, y su abuelo Joaquín. Es, por decirlo así, la prehistoria del cristianismo. El comienzo del comienzo. La purificación del linaje humano destinada a preparar el terreno para que Dios ingresara a la historia a través de una mujer.
Como toda idea potente, la creencia en la Concepción Inmaculada de María circuló durante siglos antes de encontrar un consenso. Las Iglesias orientales la celebraban ya en el primer milenio; en Occidente, su expansión fue más lenta y repleta de disputas. Pero la fecha, el 8 de diciembre, se consolidó en la liturgia medieval y terminó adoptándose universalmente.
8 de diciembre, el inicio de las festividades
En América Latina, la fecha adquirió con el correr del tiempo un significado adicional: marca el inicio espiritual de las fiestas decembrinas. En países como Argentina, Paraguay, Perú, Colombia, Nicaragua o Panamá, el 8 de diciembre no es solo una solemnidad religiosa: es el pistoletazo simbólico de la Navidad. Es el día del arbolito, el día del pesebre, el inicio de las novenas, el arranque de las celebraciones comunitarias. Un comienzo que, por más que pase el tiempo o cambien las costumbres, sigue teniendo una fuerza colectiva única.
Pero nada de esto fue sencillo. En el siglo XIV, la devoción estaba lejos de ser un territorio pacífico. La Iglesia atravesaba el cisma de Occidente, los teólogos se enfrentaban y el debate sobre la Inmaculada era uno de los más arduos. Al punto de que un papa llegó a prohibir formalmente esta advocación.
Juan XXII, pontífice entre 1316 y 1334, emitió documentos que restringieron e incluso prohibieron la predicación en favor de la Inmaculada Concepción. No aceptaba que se afirmara que María fuese concebida sin pecado original. La teología dominante —influida por san Agustín y sostenida con fuerza por la escuela dominica— argumentaba que todos los seres humanos, María incluida, necesitaban ser redimidos por Cristo. Aceptar la Inmaculada, según esta postura, implicaba una excepción perturbadora en la doctrina de la redención universal.
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