Tornado de Tobuna: “Aquella noche nos cambió la vida”
Silvio Ferreira (40) y su prima Florencia Ferreyra (38) son los agentes sanitarios del CIC de Tobuna, que fue el lugar al que llegaron las víctimas del tornado F4 del 2009.
Silvio y Florencia son enfermeros y atendieron a los heridos. Foto: Matías Bordón.
Silvio Ferreira (40) y su prima Florencia Ferreyra (38) son los agentes sanitarios del CIC de Tobuna, que fue el lugar al que llegaron las víctimas del tornado F4 del 2009. Nunca habían dado testimonio de lo que vivieron esa noche y por primera vez contaron cómo fue enfrentar la mayor catástrofe climática de Misiones.
“Mi papá estaba de guardia, también trabajaba con nosotros en esa época, y él se enteró primero porque tipo 21.30 o 22, llegó una persona a los gritos que había pasado un tornado en Santa Rosa. Él se fue a casa, me despertó, también la despertamos a ella, que es mi prima y ahí fuimos al viejo puesto de salud esperando que lleguen diez o 20 personas, pero de repente empezó a venir toda la gente, algunos caminando, otros corriendo, otros en camionetas, en auto, con linternas porque no había luz, se había cortado por la tormenta, llovía, el cielo estaba como que se electrizaba todo”, recordó Silvio sobre cómo comenzó aquella fatídica noche.
“Ahí empezamos a atender a los vecinos en el puesto de salud y no podíamos creer lo que veíamos. No paró de llegar gente durante toda la noche. Chicos y personas mayores totalmente embarrados, personas cortadas, desnudas, los que podían hablaban y el resto se quedó callado”, continuó.
Comentó que como no habían ambulancias, llegaron camionetas desde San Pedro por lo que algunos se quedaron atendiendo en el CIC y otros se fueron a rescatar a los heridos. “Nos decían que había gente desaparecida, que era lo que decía la gente cuando llegaba acá. El camino era un desastre. Los pocos que hablaron dijeron que habían visto bola de fuego y que se escuchó un ruido como de un avión, eso decían los que pudieron hablar, porque había gente que ni hablaba”, comentó.
Recorrieron las picadas y a medida que se iban acercando al sitio más afectado se encontraron con casas destruidas, tractores dados vuelta, animales muertos, acribillados por las ramas. Sólo se escuchaban los pedidos de auxilio porque no se veía nada.
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“Íbamos sacando gente y encontrando más heridos. A mí me cambió la vida, un buen tiempo uno queda bastante traumado, en mi caso por lo menos una semana más o menos no dormí, fue feo”, comentó Ferreira.
Por su parte, Florencia, que se había quedado en el CIC a atender a los que llegaban, subrayó: “Íbamos apartando la gente que estaba un poco mejor para un lado, la gente que estaba un poco mal para otro lado, cuerpos por otro lado, nunca había visto algo así. Recibía lo que más o menos estaban y los curábamos con lo que había, porque acá lo máximo que habíamos hecho era una curación, atender a algún quebrado. Y de repente tenés que atender a 100 personas cortadas, quebradas, gente que llegaba sin un miembro y después los cuerpos de los muertos que los pusimos, en una pieza porque llegaban por parte”, rememoró la mujer que en aquel entonces tenía 23 años.
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Después de lo que pasó no podían pasar por el lugar por lo traumático de lo acontecido. Al poco tiempo se cambiaron a otro edificio y el otro continúa hasta hoy abandonado.
“Al otro día seguíamos buscando a los muertos, fue la parte más fea, llegamos a juntar piernas, brazos, pedazos de gente de la cintura para arriba nomás, lo peor fueron los chicos, había muchos chicos muertos. A mí me tocó sacar una nena que murió atrapada en alambre, eso me costó mucho olvidarme, pero en ese momento de adrenalina uno sigue adelante. Hoy trato de no recordar, es la primera vez que hablo de lo que pasó”, se sinceró Silvio.
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“Una señora que llegó toda ensangrentada sólo me pedía que la vista porque le daba pudor que se vean sus partes íntimas y se estaba muriendo”, contó Florencia, para quien, también traer al presente esos recuerdos, le representa un gran esfuerzo.